Los Mochis, Sin.- Todos tenemos hobbies, pasiones, actividades que disfrutamos hacer en nuestro tiempo libre. Para algunos estas aficiones se convierten, con el paso de la vida, en algo más serio, un estilo de vida que te lleva a conocer personas importantes.
Lo que nadie imagina, sin embargo, es que practicando aquello que tanto te apasiona puedas llegar a perder la vida.
La mañana del domingo 13 de diciembre, el ciclista y reconocido entrenador de esta disciplina, Julio César, salió a rodar como acostumbraba, con buen humor y cargado de energía. Lo acompañaban tres de sus alumnos y avanzaban, sin percance alguno, por la carretera Mochis-Topolobampo.
Cuando los atletas pasaban frente al ejido Rosendo G. Castro, una de las alumnas se rezagó, a lo que Julio César, como buen entrenador, acudió para asistirla. Fue entonces cuando un auto honda color gris los embistió, como rayo que no da oportunidad de reaccionar. Así también, como rayo, fue la huida del conductor, quien con absoluto cinismo arrancó del lugar, y hasta el momento nadie ha logrado dar con su paradero.
Los alumnos se encuentran heridos, y Julio César murió haciendo lo que más disfrutaba.
Los ecos de este suceso no se hicieron esperar, y rápidamente grupos de ciclistas, deportistas de otras disciplinas y sociedad en general comenzaron a exigir justicia; justicia que hasta el momento sigue su curso sin un panorama claro.
Quienes conocieron a Julio no tienen más que palabras de cariño hacia él, tanto ciclistas como amigos destacan la calidad de persona que era.
A veces resultan inconcebibles los alcances de maldad que puede llegar a ejercer el ser humano; quizá fue el miedo, quizá la influencia de sustancias tóxicas, o quizá pura y llana irresponsabilidad. Quizá algún día conozcamos las razones por las que el conductor del honda atropelló a un grupo de personas y se echó a la fuga. Mientras tanto, quienes conocían a Julio expresan lo que le dirían, si lo tuvieran frente a ellos.
Es momento de hacer conciencia, respetar no sólo a los ciclistas, también a motociclistas, corredores, peatones, otros autos, etcétera. Respeto, conciencia, cultura y educación. Eso de lo que tanto adolecemos, y que, sin duda alguna, si lo pusiéramos en práctica nos daría la oportunidad de vivir en una mejor sociedad.