Culiacán, Sin.- Entre lágrimas, fotografías y sillas vacías, decenas de mujeres que buscan a familiares desaparecidos alzaron la voz durante el tradicional brindis de fin de año de los colectivos que integran la Brigada Estatal de Búsqueda.
“Los queremos vivos o muertos”, fue el grito que, con la voz quebrada, resonó en el Jardín de la Memoria.
Acompañadas de sus hijas e hijos, las buscadoras se reunieron en este espacio simbólico ubicado en las inmediaciones del Centro Cívico Constitución, convertido en memorial permanente de quienes aún no regresan a casa. Sobre una mesa colocaron antojitos y platillos que imaginaron compartir con sus seres queridos en la noche de Año Nuevo; frente a ellas, en sillas vacías, descansaban las fotografías de los ausentes.
Alma Rosa Rojo Medina, integrante del colectivo Voces Unidas, lamentó que la violencia que vive Sinaloa haya dejado una herida profunda y creciente. Señaló que, en lo que va de la llamada “guerra” que se ha prolongado por más de un año, se han registrado más de 3 mil personas desaparecidas, mientras que la cifra histórica supera los 12 mil casos en la entidad, desde el 2008.
Advirtió que, debido a la inseguridad, principalmente en Culiacán, no existen condiciones para realizar labores de búsqueda en campo. Aun así, destacó que poniendo en riesgo su propia integridad, durante este 2025 los colectivos lograron localizar 20 cuerpos, una cifra considerablemente menor a la del año anterior.
Por su parte, Rosa Neriz, integrante del colectivo Esposas y Familiares de Agentes de Seguridad Detenidos y Desaparecidos por Militares en 1977, señaló que el mayor anhelo de las madres buscadoras es contar con el acompañamiento de autoridades federales y estatales, así como de corporaciones policiacas y personal militar, para poder acceder a los puntos de búsqueda.
Las madres coincidieron en que no tienen nada que celebrar en este cierre de año. Para ellas, el brindis no fue un acto de fiesta, sino de resistencia y memoria. Su único deseo, reiteraron, es encontrar a sus hijos, sin importar si es con vida o no, para poner fin a una espera que duele todos los días.








