¿Por qué en México nos debe importar la elección de EU?

Cuando el actual mandatario estadounidense Donald Trump ganó la elección presidencial de su país hace cuatro años se abrió un capítulo inédito en la relación bilateral que sacudió sus cimientos. Una retórica agresiva en contra de México le generó a Trump simpatías y aplausos en buena parte del electorado que eventualmente lo llevó al poder y, una vez en la Oficina Oval, echó para atrás acuerdos y convenciones institucionales, como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que daban solidez y certidumbre en el intercambio de ambos países.

El próximo martes, Trump, el disruptor, se enfrentará al demócrata Joe Biden, quien en muchas formas representa una especie de retorno a una normalidad diplomática y de formas que parecía perdida, pero que también tiene una agenda bajo el brazo que impactará en muchas aristas de la relación bilateral.

Las encuestas más recientes señalan que Biden es el favorito, con cierto margen, para ocupar la Casa Blanca a partir del 20 de enero. Sin embargo, una de las lecciones de 2016 es que no hay nada seguro hasta que se anuncie al ganador oficialmente. Por ello, presentamos los siguientes escenarios de lo que México podría esperar con cualquiera de los resultados.

En el corto plazo, podría ser irrelevante para la economía mexicana si es el actual presidente Donald Trump o su rival demócrata Joe Biden quien asuma el cargo el próximo 20 de enero.

Los demócratas en el congreso estadounidense buscan aprobar un poderoso paquete de estímulo para combatir la pandemia de COVID-19 de hasta 3.4 billones de dólares y aumentar el gasto en general.

Dado que la recuperación de México depende en gran medida de la demanda estadounidense, más dinero para infraestructura y beneficios por desempleo “realmente ayudará a México en términos de manufactura y en términos de remesas”, asegura Gabriel Casillas, economista en jefe de Banorte, el segundo mayor banco de México.

Sin embargo, las ganancias del estímulo podrían verse obstaculizadas por el plan de Biden de aumentar los impuestos, lo que significaría que los inversionistas tendrían menos dinero para gastar en proyectos que involucren a México.

Ahora bien, en el futuro, ese aumento en los gravámenes podría darle a México un “impulso adicional”, asegura Casillas. Al recortar el impuesto sobre la renta de las empresas y sociedades corporativas de Estados Unidos del 35 al ​​21 por ciento, Trump eliminó una de las ventajas competitivas de México para atraer inversiones. El plan de Biden para aumentarlo al 28 por ciento, más cercano al 30 por ciento de México, significaría un campo de juego más nivelado.

Esas decisiones de inversión probablemente estarían menos cargadas políticamente con Biden. El ex vicepresidente, de visión globalista, se enfocaría más en un multilateralismo que contrasta con la postura proteccionista de Trump, destacó la semana pasada el subsecretario de Hacienda, Gabriel Yorio. El actual mandatario estadounidense, por otro lado, probablemente presionará a México para que mejore sus bajos estándares laborales, dijo la vicegobernadora del Banco de México (Banxico), Irene Espinosa, en el mismo evento en Ciudad de México.

Trump considera que las débiles reglas de México respecto a las condiciones laborales enflaquecen injustamente a Estados Unidos. Biden también buscaría estimular la energía verde, dijo Espinosa. Eso podría obligar al presidente Andrés Manuel López Obrador a cambiar su política energética, que está en una disputa legal con las empresas privadas de energías renovables por favorecer actualmente Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

“En el corto plazo, uno u otro (candidato) podría ser más o menos igual, pero a largo plazo, creo que la administración Biden podría ser mejor para la economía mexicana”, asegura Casillas.

Un gran componente de la relación entre México y Estados Unidos es el comercio. México es el tercer socio comercial para el vecino del norte, después de China y Canadá, de acuerdo con un documento del Congressional Research Service de Estados Unidos. Y para México, EU representa la fuente más grande de inversión extranjera directa.

El gobierno del presidente Donald Trump fue muy claro incluso desde antes de que tomara la presidencia. Nadie olvidará la decisión de Ford Motor en enero de 2017 de cancelar una planta de 1.6 mil millones de dólares en San Luis Potosí, o la de renegociar el TLCAN, ahora el Tratado México, Estados Unidos, Canadá (TMEC), todo bajo la bandera nacionalista del “Make America Great Again”.

Afortunadamente para el país, esta vez la campaña de Trump se ha enfocado más en temas domésticos que en México, algo que hasta el presidente Andrés Manuel López Obrador agradeció hace solo unos días. Sin embargo, una victoria de Trump difícilmente cambiaría la dirección de su política hacia la industria manufacturera en ambos países.

En cambio, el triunfo de Biden podría regresar un poco de normalidad a la relación comercial entre los dos países, según Joy Olson, consultora de política exterior y anterior directora del Washington Office on Latin America (WOLA). Pero un regreso a esa normalidad no significa que no habría otras tensiones, asegura.

“No creo que veríamos la intensidad del ‘América Primero’ que hemos visto con Trump,” señala Olson. “Pero veríamos a un Biden muy vocal en cuanto a trabajadores y sus derechos laborales”.

Durante los años de Trump, la relación entre los dos países se alejó mucho de la norma diplomática, añade la especialista. Los demócratas podrían probablemente cambiar el tono de la discusión, dice.

“Creo que tendríamos a gente en el gobierno de Estados Unidos que comprende la complejidad de la relación comercial con México,” dijo.

De ganar las elecciones, Joe Biden podría presionar al gobierno mexicano a quitar el freno para avanzar en el uso de tecnologías de energía limpia y renovable. Por el contrario, con Donald Trump, México continuaría la política de apoyo a los combustibles fósiles y de producción de petróleo.

“La política de Trump es igual a la del Presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), darle prioridad a los combustibles fósiles”, señaló Lourdes Melgar, especialista en temas energéticos. “AMLO se ha enfocado en salvar y enfocar gran parte del presupuesto a Pemex y poner a la CFE a las órdenes de Pemex. Hay una clara política de frenar el despacho de las energías renovables”.

De ganar Trump, detalló, habría una alineación en la retórica y convicciones de dos presidentes que niegan la ciencia y el cambio climático como una prioridad.

En el escenario alterno, Biden presionaría a México para generar una industria de energía renovable.

“Biden dijo que EU regresaría al Acuerdo de París, a buscar que todos los firmantes continuaran avanzando en la reducción de las emisiones, y veríamos una presión muy fuerte sobre México, quien asumió compromisos muy claros en cuanto a avanzar en la generación de energías limpias y renovables”, mencionó Melgar y destacó que Biden anunció que en 2035 toda la electricidad que generaría EU será en energía limpia.

“Biden va a favorecer a las energías limpias y ese tipo de influencia puede ayudar a que el gobierno mexicano recapacite y este es el escenario más favorable para México”, afirmó Rogelio Lopez-Velarde, socio de Dentons Lopez-Velarde. “Tenemos una ley de cambio climático, una ley de transición energética, una ley de acuerdos internacionales, y un compromiso de generar 35 por ciento de nuestra energía eléctrica vía tecnologías limpias para 2024 y eso solo se logra si tienes un socio comercial que favorece el desarrollo de tecnologías limpias”.

Si hay algo que los inversores probablemente tendrán en cuenta a medida que se acercan las elecciones en Estados Unidos es esto: agárrate fuerte. Es probable que los mercados, que ya se han visto afectados por la propagación del coronavirus y una desaceleración económica mundial, se pongan nerviosos en los próximos días

Los inversores, desde AllianceBernstein hasta Franklin Templeton, dicen que la volatilidad puede aumentar alrededor del día de las elecciones, e incluso en los días posteriores. La razón: la posibilidad de que el presidente Donald Trump impugne los resultados de las elecciones, lo que provocaría un repunte de la incertidumbre y la volatilidad de los precios de los activos.

La buena noticia es que cualquier debilidad generada en torno a las elecciones probablemente no perdurará en México. Si bien los activos mexicanos cayeron en 2016 después de que Trump fue elegido por primera vez, es poco probable que los mercados repitan. Los bonos mexicanos con vencimiento en 2025 cayeron más de un 9 por ciento en los meses posteriores a la sorpresiva victoria de Trump. Ahora, los comerciantes se han acostumbrado a la retórica grandilocuente del presidente anti-México y las interrupciones en el comercio mundial. Si Trump gana, los activos mexicanos pueden ganar en línea con el resto de los mercados emergentes.

Si el ex vicepresidente Joe Biden se lleva la victoria, los activos mexicanos pueden recibir un impulso a medida que se normaliza el comercio. Las empresas mexicanas, y por lo tanto los bonos corporativos y las acciones, pueden incluso beneficiarse si Estados Unidos comienza a gastar más en infraestructura, un componente clave de la plataforma de Biden.

De cualquier manera, las perspectivas para México son más brillantes que cuando Trump asumió el cargo por primera vez, independientemente del resultado. Aun así, a corto plazo, los inversores deberían prepararse para cierta debilidad y volatilidad.

De todas las áreas en las que Biden y Trump divergen, la migración es quizá en la que el impacto humano es más grande.

Uno de los símbolos de la política migratoria de Trump fue el muro en la frontera con México, del cual se han construido 597 kilómetros, de acuerdo con el Departamento de Seguridad Nacional de EU, a un costo que rebasa los 11 mil millones de dólares. Hasta ahora, México no ha pagado un solo centavo de esa obra.

La política de Trump causó la detención de decenas de miles de migrantes, que en su punto más alto llegaron a registrar hasta 4 mil arribos diarios. En uno de los actos más criticados de su administración, el mandatario permitió la separación de familias.

Actualmente, más de 500 menores están retenidos en hoteles de la frontera, en espera de ser reunidos con sus padres.

En los primeros meses del gobierno de López Obrador, México se convirtió en el sitio de espera para miles de migrantes que aguardan una cita en una corte estadounidense para clamar estatus de refugiados. El gobierno mexicano aplicó una política de contención en la frontera con Guatemala, que ha sido vista como una extensión de los deseos de Trump.

“Puede que el tono cambie en caso de que Biden gane la elección”, opinó Duncan Wood, director del Instituto México del Woodrow Wilson Center. “Pero la presión seguirá ahí, Biden no puede permitir una oleada de migrantes en la frontera sur”.

Biden ha prometido revertir esas políticas migratorias y facilitar el flujo de peticiones de asilo, promover un camino más sencillo hacia el estatus legal para al menos 11 millones de migrantes que viven en las sombras en EU y detener la construcción del muro.

Otra medida que Biden busca es restaurar es la protección a los llamados ‘dreamers’, jóvenes que llegaron en la infancia a territorio estadounidense y no cuentan con la ciudadanía, y las visas para trabajadores especializados en sectores como el de la tecnología.

Su agenda está atada a que su partido obtenga una clara mayoría legislativa, pues los esfuerzos de sus antecesores quedaron cortos por esa misma razón.

“En términos muy generales, sí es un paso positivo en cuestión de formas para México que gane la elección, da certidumbre”, apuntó Wood. “Pero el gobierno de AMLO debe tender nuevos puentes con Biden y su gente, que ahora no existen”.

Con el sorpresivo arresto en el Aeropuerto de Los Ángeles del ex secretario de Defensa Salvador Cienfuegos, se triplican las complicaciones para Estados Unidos de negociar una nueva relación en materia de seguridad, sin importar quién sea el nuevo presidente.

Más allá de los intereses mutuos que deberían de favorecer la cooperación en materia de seguridad, el arresto del general Cienfuegos es un parteaguas en la relación y tendrán que pasar años antes de que se recupere la confianza y credibilidad en ambos países.  Y aunque la crisis de las adicciones y muertes por opiáceos continúa creciendo, creando presiones políticas en ese país, funcionarios estadounidenses no tendrán con quien trabajar o funcionarios mexicanos con quien coordinarse.

Los temas en seguridad fronteriza tendrán que ver con inseguridad y la crisis humanitaria. La realidad es que, aun antes de que surgiera la pandemia del COVID-19, países centroamericanos vivían una tragedia económica y de seguridad, que se vio reflejada en un importante aumento en los flujos migratorios.

Si uno le adiciona la preocupación expresada por la Casa Blanca de Donald Trump, ante un incremento también de mexicanos tratando de ingresar a los Estados Unidos, el futuro luce aun más complicado. En la frontera, la crisis humanitaria podría ser sin precedentes, incluso con la elección de Joe Biden.

Con la promesa de legalizar la estancia de 11 millones de indocumentados en Estados Unidos por parte de Biden, se argumenta que esto podría promover una ola de migración antes de que termine el año de mexicanos y centroamericanos, desesperados de huir de la violencia y la pobreza, ante la expectativa de un cambio de la política migratoria.

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