La pesada carga de una epidemia no tratada

Ciudad de México.- Antes de que el coronavirus llegara a México hace casi cuatro meses, otra epidemia se arraigó en el País, aunque de tipo no infeccioso: La del sobrepeso y obesidad, que afecta a siete de cada diez mexicanos.

Después de Chile (74.2%), no hay país en el continente americano con mayor prevalencia de sobrepeso y obesidad que México (72.5%), de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

En su informe “Health at Glance 2019”, el organismo, conformado en ese entonces por 36 países, destaca que México también tiene la más alta prevalencia de diabetes, con un 13.1% de la población afectada, en contraste con el promedio del 6.4%.

Además, es fuertemente afectado por problemas cardiovasculares. Es el único de los 36 países que entre los años 2000 y 2017 no sólo no redujo la cantidad de muertes por ataques al corazón, sino que las incrementó.

Todo ello, aunado a un debilitado sistema de salud, ha sido el escenario ideal para el Covid-19, una enfermedad que, según los expertos, tiene más posibilidad de complicarse cuando existen problemas como diabetes, hipertensión y obesidad.

México debe estar preparado para combatir las epidemias que lleguen al País y no dejarlas sin solución, ya que luego pueden complicar otros problemas que vengan”, señala la nutrióloga Jhoana Huitrón Chávez.

POCA CAPACIDAD HOSPITALARIA

Los registros de la Secretaría de Salud contabilizan hasta hoy 20 mil 781 muertos, que representan 11.8% del total de contagiados del virus SARS-CoV-2.

La tasa de letalidad de México es menor que la de países europeos como Francia e Italia, que cuentan con más recursos hospitalarios, pero donde la velocidad de contagio fue mucho más rápida y rebasó la capacidad de los sistemas de salud.

Italia, por ejemplo, tiene en promedio cuatro médicos y 5.8 enfermeros por cada mil habitantes, mientras que México cuenta con 2.4 doctores y 2.8 enfermeros. Francia tiene seis camas de hospital por cada mil habitantes, cuatro veces más que México (1.4).

“No es que falten médicos ni enfermeras”, puntualiza Humberto Astiazarán García, investigador del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD). “Lo que no hay son plazas para que trabajen dentro del sistema de salud”.

DESPUÉS DE LA PANDEMIA

Al inicio de la epidemia de Covid-19 en el País, el subsecretario de Prevención y Promoción   de la Salud, Hugo López-Gatell, anticipó una mayor afectación para los mexicanos por las altas cifras de obesidad, hipertensión y diabetes.

En las últimas semanas, el funcionario federal ha insistido en la necesidad de políticas públicas con visión de largo plazo “que cambien sustancialmente qué comemos y qué posibilidad tenemos de comer otras cosas”, y que se pondrían en marcha al bajar el nivel de la emergencia actual.

Humberto Astiazarán considera que parte de esos cambios deben pasar por el sistema de
salud y garantizar que, independientemente de la institución de derechohabiencia, las personas tengan acceso a una buena atención, incluso si viven en zonas marginadas.

Explica que las ciudades medianas y grandes no tienen problemas de infraestructura hospitalaria, pero las comunidades pequeñas o alejadas a veces sólo cuentan con un médico o enfermera: “El uso de herramientas para tener mejor atención médica, orientación, pláticas, telemedicina, es básico”.

También se requiere poner en práctica un enfoque preventivo multidisciplinario, destaca el experto, donde participen médicos generales, geriatras, internistas, nutriólogos, profesionales de la salud mental, entre otros, para evitar más enfermedades no transmisibles.

“Va a ser siempre más barato para un sistema de salud prevenir que una persona desarrolle obesidad y comorbilidades como diabetes que estar atendiendo en el tercer nivel de atención a las personas que ya están enfermas”, asegura.

SE PUEDE, PERO…

En octubre pasado, los legisladores aprobaron la llamada ley de etiquetado, una estrategia que inició en países sudamericanos para advertir por medio de sellos, del alto contenido en calorías, grasas saturadas, azúcar y sodio en un producto.

Jhoana Huitrón, nutrióloga de Clínica Victoria, refiere que el etiquetado frontal ayudará a los consumidores a tomar mejores decisiones de compra y consumo de alimentos, pero que es un primer paso de una serie de programas que se deben impulsar.

“Existen programas validados científicamente para el tratamiento de la obesidad y con ello sus comorbilidades como la hipertensión arterial, sólo que los mexicanos no tienen el acceso a ellos, ya que no se utilizan en el sector salud”, indica.

Estas estrategias, precisa, deben estar basadas en cambios de estilo de vida como la alimentación y la reducción del sedentarismo, y dirigidas por especialistas en el área de la nutrición.

“Por parte de la población mexicana se tiene que comenzar a consumir una alimentación saludable y natural, dejando de lado el consumo excesivo de productos industrializados y comidas rápidas, y aumentar la actividad física”, resalta.

Humberto Astiazarán, del CIAD, afirma que el factor más importante siempre serán las personas, quienes no necesitan hacer cambios radicales, sino de forma gradual y con conciencia para combatir el problema.

Agrega: “La gente necesita entender y pensar que cada kilo que aumenta por encima de su peso normal son años de vida perdidos… mientras la persona no asuma su responsabilidad para cuidarse, no va a haber sistema de salud que soporte una pandemia de enfermedades no transmisibles”.

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